Localización
Vallías, parroquia de Santao Miyao, Ayande
Denominación
El Castelo, El Castello
Historiografía
Citado ya en el siglo XVIII, es reconocido como fortificación medieval por José Manuel González y Fernández-Valles y Diógenes José García González el 4 de junio de 1967. Aparte de otras referencia ambiguas, es incluido en la Carta Arqueológica del concejo, ficha 25 (Camino Mayor y Viniegra Pacheco, 1990) es descrito como fuerte artillero (YAC002) durante las prospecciones del proyecto Castella de la Universidad de Uviéu (Gutiérrez González y Suárez Manjón, 2009) y posteriormente por Andrés Ménendez Blanco en 2019.
Régimen de Protección Legal
Incluido en el Inventario del Patrimonio Cultural de Asturias (IPCA) del 23 de diciembre del 2013 y en el Catálogo Urbanístico del concejo de Ayande.
Descripción Arqueológica
Se localiza en el extremo de un estrecho espolon de pizarras a unos 158 m.s.n.m, recortado por el frente W por el río Navia y por el N y el E por El Lloredo.
González y Fernández-Valles, J. M., 1976
El recinto es una reducida explanada en la cima del extremo del espolón, en el que se reconocieron «varios bloques de muro, de dos metros de espesor, compuesto de hiladas horizontales de pizarras unidas con argamasa de cal. Estos bloques están dislocados de su asiento original, a no ser uno correspondiente al ángulo NE del torreón cuadrado o rectangular del que formaba parte.»
Los elementos defensivos se localizan en el sector meridional y consisten en «una escotadura en la roca a modo de foso, de 6 metros de profundidad y 11 de anchura superior, seguida de una cresta rocosa terminada en talud de unos 20 metros de desnivel.»
Camino Mayor, J. y Viniegra Pacheco, Y., 1990, ficha 25
Pequeño recinto de planta casi oval de unos 34 x 19 metros, en cuyo borde meridional se aprecian los restos de una estructura rectangular de pizarras que se ha identificado con los cimientos de una torre, con muros de 2.40 metros de grosor. El resto del recinto es de planta cuadrada, 19 metros de lado, donde se reconocieron restos de otras construcciones.
El sistema de defensas se concentra en el único frente accesible del espolón, el meridional, un estrecho istmo cortado por dos fosos. El más externo es el peor conservado, tiene sección en «v» con una ancho de 18 metros y una profundidad de hasta 5 metros. Tras una cresta rocosa de 13 metros de longitud, se haya el segundo foso, cubierto parcialmente por los derrumbes del recinto. Sus dimensiones son de 24 metros de ancho y hasta 10 metros de profundidad.
Gutiérrez González, A. y Suárez Manjón, P. 2009
Es descrito como un fuerte artillero de época moderna compuesto por un recinto o plataforma superior de 80 x 20 metros defendido por «dos lastras pizarrosas hacia el S de paredes verticales que actúan a modo de fosos». En el interior quedan los restos de una torre de planta cuadrangular de 10 x 8 metros de espacio interior con muros de 2.50 y 2.50 metros de ancho. Sus restos, salvo la esquina NE, fueron movidos a consecuencia de una voladura intencionada.
Menéndez Blanco, A. 2019
Pequeño recinto con una superficie de 1.000 m² en el extremo septentrional del espolón en el que se aprecian abundantes restos de estructuras derruidas. Se reconocen los cimientos de una torre de planta cuadrangular levantada con pizarra, que muestra indicios de haber sido reventada con explosivos. Nada más se conserva la esquina NE, unos 2 metros de altura y 3 de largo, mostrando una ancho de 2.20 metros.
Las obras de fortificación se concentraron en sector meridional, en el itsmo que lo une a la sierra, y se componen de dos fosos de grandes dimensiones que discurren transversalmente siguiendo los estratos naturales.
Periodización
González cita el hallazgo de «cucharas, hachas de piedra y otros pequeños» objetos en el lugar (González y Fernández-Valles, 1976:334).
El enclave ha sido interpretado como un fuerte artillero de cronología tardía (Gutiérrez González y Suárez Manjón, 2009) una cronología que no comparte Menéndez Blanco en base a unos datos ofrecidos por Antonio Queipo, que indicarían la existencia del lugar por lo menos desde el siglo XVII así como la existencia del topónimo Castellobrin, que podría indicar la existencia de una posible fortificación anterior (Menéndez Blanco, 2009)
Estado de conservación
Derrumbes generalizados, rebuscas así como referencia de voladuras en la torre.
Leyendas y tradiciones
Durante su reconocimiento, González recogió varias consejas: que era un castillo de los moros y que había escalones tallados para bajar los caballos al río, un león dentro de la peña, así como un paso subterraneo entre El Castello y el castro de Castello de Teixido, situado en lo alto de la vertiente, en Berducedo, (González y Fernández-Valles, 1976:334)
Menéndez Blanco también recoge dos leyendas en Villaicabo:
«Historias teño oído de lo d’El Castello, por ejemplo. Por ejemplo n’El Cas tello había un castillo ¿eh? Había un castillo, d’aí ven el nombre, cuando os mo ros. Y resulta que desaparecéu úa chava… úa rapaza aí, en Vallías, úa moza que iba con as oveyas y cúas cabras, por allí por el monte, y desapareceu, On volveu pa casa un día. Y non volvéu pa casa, por más que la buscaron, nunca la encon traron y qué fora? Que la robaran los… os moros. Roubáronla os moros pal cas tillo. Y os moros al parecer nun los vían, os moros trabayaban de noite, lo que faían, las obras que faían y lo que faían, ellos tían por aí escavaciones y tían túneles, que al parecer tían un túnel qu’iba salir nun sei aúnde, a Sarzolo a ca sa de su madre, porque pa eso son tremendos. Pos… de día nun los vía naide, además, claro, despós a xente debía teyos medo tamén porque a gente… nun se sabía que… y de noite era cuando ellos aztuaban. Y resulta que desque pasó úa temporadia souberon de qu’aquella rapaza taba allí porque, porque cantaba ella… ella non la vía naide porque el castillo nun sei si tía… tería algúa cousia, algún furao pa chisbar, pero namás, nun la vía naide. Pero pa qu’ella, pa que soubesen d’ella, cantaba a chavala en el castillo. Cuando iban os pigureiros por allí [entós] ella cantaba. Y al parecer, estos moros roubábanyes oveyas y cabras [pa comer] […] [nun terían], pero oveyas y cabras sí. […]. Y aquella rapaza can taba, eh, ellos non sei si la entendían, si no la entendían, si e que ella sabía cuándo tía que cantar. Asomábase… nun s’asomaba que nun la vían pero por aquellos… portuxos que tía ella cantaba y oíronla, y oíronla os… os pigureiros. Y dicíayes ella: «a cabra mouquía, ferve na olía, a cabra pigoña, ferve na ola, a cabra marela, ferve y nun berra». Entós foi cuando s’enteraron y dici: mira, as nosas cabras… faltábanyes, nun vían pa casa pero nun sabían que pasaba. Roubábanyes el ganao, os moros, [hijo mio], y roubáranyes aquella chavala y jamás nesta vida la soltaron. Alli naide s’atreveu a ir buscalla porque nun pod ían…. [¿naquel castillo quén la encontraba?]. Esa historia [..] que contar, de Vallías era ella… Fijate bien, esa historia quén sabe os años que dura pero inda chegóu hasta mín ¿eh? Manda cojones… Pos eso era verdá, eso nun lo inventa ron os viejos, foi verdá, aí está. Os moros aquellos… aí hobo un castillo… sí, sí.» (según Pepe, Casa Pacho, Villaicabo, 16-07-2013).
«Y n’El Castello tamén dicían qué tesoro había pero nun m’acuerdo, nun m’acuerdo qué tesoro había, nun sei si falarían de úas cuantas herraduras de oro… Porque al parecer aí en El Castello hai un sitio, núa llastra, qu’hai a ferra dura d’un caballo… mmm… d’un caballo allí dibujada, creo que mui bien dibujada na peña, mui marcada. Y dicían qu’había nun sé cuantas herraduras de caballo, de oro.» (Pepe, Casa Pacho, Villaicabo, 16-07-2013)
Bibliografía
CAMINO MAYOR, J. y VINIEGRA PACHECO, Y. (1990): Carta Arqueológica de Allande. Consejería de Cultura del Principado de Asturias. No publicada.
GONZÁLEZ Y FERNÁNDEZ-VALLES, J. M. (1976), «Vestigios de siete castillos Medievales asturianos». Miscelánea Histórica Asturiana. Oviedo. pp:329-340
MENÉNDEZ BLANCO, A. (2019), Estudios diacrónicos del paisaje y del poblamiento en el noroeste ibérico: el territorio de Ayande (siglos I-XIII). Tesis Doctoral. Universidad de Oviedo.